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Un cangrejo que tiraniza a su equipo… en el fondo del mar

Él vive en la piña debajo del mar.

Bob Esponja.

Su cuerpo amarillo absorbe sin más.

Bob Esponja.

El mejor amigo que puedes tener.

Bob Esponja.

Es explotado diariamente en un régimen capitalista de semiesclavitud del cual no sólo no es consciente, sino que además se muestra agradecido y feliz por formar parte de él.

Bob, efectivamente, Esponja.

Al terminar el instituto, Stephen Hillenburg trabajó como encargado de la plancha de un cocedero de marisco en Maine, donde su jefe era un forzudo pelirrojo que se había desempeñado como cocinero en el ejército. Años más tarde, Stephen se convirtió en divulgador del Instituto de Biología Marina de Orange County (California), donde enseñaba a los niños sobre las criaturas subacuáticas. Uno de sus proyectos fue un cómic sobre la fauna de los charcos intermareales, donde el papel cantante lo llevaba una esponja amarilla que más bien parecía un estropajo de cocina. El dibujo y la animación eran la pasión oculta de aquel joven, quien llegó a realizar un par de cortometrajes y a dirigir algunos episodios de la serie de Nickelodeon ‘La vida moderna de Rocko’. Sus compañeros animadores y guionistas le sugirieron que presentase ideas para hacer una serie propia y Hillenburg regresó a aquel cómic divulgativo sobre la vida marina. La esponja pasó a ser un joven exprimido por su jefe en un restaurante de comida rápida. Para el papel del jefe negrero escogió un cangrejo, inspirado en aquel pelirrojo de Maine, aunque con una codicia desmedida. El episodio piloto tuvo una acogida espectacular y fue el punto de partida de una de las series de animación más importantes de todos los tiempos: ‘Bob Esponja’.

Mucho se ha escrito sobre el programa, que lleva 26 años en emisión. Que si es violento, que si provoca trastornos de déficit de atención e hiperactividad (TDAH) por su avalancha de imágenes chillonas, que si fomenta entre los niños el consumo de drogas por su abuso del surrealismo y la psicodelia… Incluso, que es una fábula anticapitalista que se cuela de manera subrepticia en millones de hogares de todo el mundo.

Esto último es atribuible, principalmente, al personaje de Eugene Harold Cangrejo, más conocido en España como el Señor Cangrejo. Él es el propietario del restaurante El Crustáceo Crujiente, un local de ‘fast food’ ubicado en la localidad de Fondo de Bikini cuya especialidad es la Burger Cangreburguer. El indolente y refinado Calamardo trabaja en la caja, mientras que la plancha es el dominio de Bob Esponja, un ingenuo joven con alma de niño que disfruta de cazar medusas y hacer pompas de jabón junto a su amigo Patricio, una estrella de mar.

El Señor Cangrejo es el arquetipo exagerado de la hermandad del puño cerrado (en este caso, de la pinza cerrada). Su enfermiza obsesión por el dinero le lleva a un ansia acumuladora absolutamente delirante y a aprovecharse de sus empleados de manera patológica.

Así, el decápodo llega a cobrar a Bob y a Calamardo por respirar en su restaurante, escudándose en una minúscula bajada en sus beneficios. Y no sólo eso: también les pasa la factura por permanecer de pie y hasta por existir, tal y como se relata en el episodio de la temporada 2 ‘Calamardo en huelga’. En otros capítulos se detalla que Cangrejo cobra a Bob Esponja por dejarle trabajar en El Crustáceo Crujiente o que los empleados se ven obligados a llevar turnos de 24 horas durante 40 días seguidos.

El empleador va más allá y se inmiscuye en el tiempo libre de Bob Esponja, prohibiéndole que practique kárate u obligándole a desarrollar actividades laborales durante sus descansos. E, incluso, llega a usar a sus subalternos como cebo para atraer criaturas marinas carnívoras con las que pretende obtener nuevos réditos económicos.

Así y todo, la actitud de Esponja es entusiasta y se muestra siempre agradecido al Señor Cangrejo por permitirle desarrollar la actividad que le hace más feliz. Está siempre dispuesto a cumplir cualquier orden y su productividad es el verdadero impulso de El Crustáceo Crujiente. Sin embargo, el avaro de su jefe apenas reconoce su compromiso y esfuerzo, como queda patente en ‘Bob Esponja: la película’ (2004), la primera de las tres entregas cinematográficas a partir de la serie, que arranca con la inauguración de un segundo local de El Crustáceo Crujiente. El sueño de Bob es convertirse en el encargado del nuevo espacio, pero Cangrejo decide entregar el puesto a Calamardo, quien apenas se ilusiona por el cargo. El artrópodo marino justifica su decisión diciendo que, pese a su mejor rendimiento, el espongiforme amarillo es «sólo un niño». A pesar de la decepción, Bob arriesgará su vida y viajará a los confines del océano para salvar a su patrón de morir achicharrado por el mismísimo dios Neptuno. Una situación que haría revolverse a Marx en su tumba.

Esta actitud paternalista del Señor Cangrejo hacia Bob Esponja puede ser vista también con un barniz positivo. Hay momentos en los que el empresario pasa su extremidad prensora sobre el hombro de su operario de la plancha y le aconseja sobre asuntos que requieren una experiencia de la que éste carece.

Stephen Hillenburg falleció en 2018, a los 57 años, a causa de esclerosis lateral amiotrófica (ELA), dejando huérfano al Señor Cangrejo, único personaje inspirado en una persona del mundo real y quien más parece hablar de este espacio de criaturas venenosas que existe al otro lado de la superficie del mar: el mundo de los entornos laborales.