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Una España entre la autocrítica, el naufragio de Santi Aldama y el drama que amenaza: «No es aceptable»

Perder contra Georgia entraba dentro de las posibilidades. No está esta España para sentirse superior a casi nadie, tan lejos los tiempos de abundancia en los que los comienzos trémulos de los campeonatos estaban permitidos, casi asumidos. Sin embargo, lo que pocos esperaban esta vez, a falta de talento, era un amanecer tan desalmado. En el mediodía chipriota en el Spyros Kyprianou, a las afueras de Limasol, la selección fue un armario vacío contra Georgia: en sus estantes no hubo ni corazón ni baloncesto. Y no se sabe cuál de las dos ausencias es la más preocupante.

Aunque las palabras de los protagonistas intentaban insuflar después algo de esperanza para lo que viene, relativizar el golpe, el repaso georgiano, las caras, larguísimas, desenmascaraban la preocupación. En la sala de prensa, Sergio Scariolo y Juancho Hernangómez se disputaron la autocrítica. El seleccionador no dudó en hablar de su propio «fallo», al no haber sido capaz «de enseñar y convencer» de que Georgia es un rival «más físico que nosotros y necesitaba un esfuerzo extra». «No hemos jugado con la disciplina que requiere este nivel. Lo podemos hacer mejor que esto, definitivamente. La diferencia en el rebote (46 a 29, sangrantes las segundas opciones con las que Bitadze, Shermadini y Burjanadze se pusieron las botas), ha sido clave», reconoció. El segundo capitán, de los pocos que mostró amor propio cuando el barco comenzaba a zozobrar en el último cuarto, habló de «no estar preparados»: «No estuvimos ni cerca. Jugamos realmente mal y esperamos mejorar para el siguiente partido».

Tampoco templó gaitas Santi Aldama, el español más señalado en el desastre georgiano. El único NBA de esta selección -más en evidencia todavía ante el despliegue de sus dos pares georgianos, Mamukelashvili (Raptors) y Bitadze (Magic)-, el tipo llamado a liderar, apenas tuvo un ratito decente en la pista, en la mitad del tercer cuarto. Con lanzamientos tantas veces precipitados, sin dureza tampoco en la pintura y sin ascendencia ni contagio sobre el resto: falló ocho triples, apenas atrapó tres rebotes y con él en pista la selección firmó un -24 (sólo Joel Parra fue peor que él en ese apartado estadístico). «Duele», pronunció, haciendo hincapié en que fueron los errores propios los que resultaron condena, las «cosas controlables» que tanto alarmaron en la preparación (pérdidas, rebote, defensa y ¡tiros libres!…). «No te quiero decir lo que estoy pensando, pero es lo que hay. No es aceptable la manera en la que hemos perdido», alarmó.

A España no sólo le rodean las malas sensaciones, que se alargan de una preparación con cinco derrotas y sólo una victoria (ante Chequia). En el último baile de Scariolo, a la selección la acecha de repente el abismo de una eliminación prematura que sería un mazazo y una falta de respeto al pasado. Para al menos viajar a Riga y disputar los octavos de final debe vencer los dos próximos partidos, un fin de semana sin red ante una Bosnia sin Dzanan Musa y la débil Chipre.

Ayer los balcánicos cumplieron ante la selección local, pero se presentan como un rival infinitamente más asequible que Italia y Grecia. «Hemos cometido todos los errores que no teníamos que cometer, pero no queda otra que trabajar y pensar en el siguiente», concluyó el capitán Willy Hernangómez.

Pocos aspectos del juego resultaron esperanzadores en el Spyros Kyprianou. Apenas el despliegue de los dos jóvenes sobre los que más miradas se posaban, dos chicos de 19 años que dignificaron su amanecer en una cita así. Tanto el titular Sergio de Larrea como Mario Saint-Supéry -con 19 años y 136 días el español más joven en disputar un Eurobasket desde Ricky Rubio en 2009, 18 y 334- desde la segunda unidad mostraron carácter, minimizaron sus pérdidas y aportaron ofensivamente lo que pudieron ante el nacionalizado Kamar Baldwin. Cinco asistencias el base del Valencia, cinco puntos el andaluz. «Tenemos que mejorar muchas cosas. En defensa y sobre todo en rebote. Corregir los errores básicos, demostrar que somos España dando un golpe en la mesa», se atrevió a desafiar De Larrea.