Donald Trump es una caja de sorpresas en todos los sentidos. También, en el lingüístico. El presidente de EEUU acostumbra a acumular titulares y bromas por su particular manera de hablar, especialmente cuando se trata de insultar a opositores.
Su manera de descalificar a Joe Biden como sleepy Joe (Joe el durmiente) hizo fortuna, pero no han faltado otros mensajes made in Trump para Vladimir Putin, Volodimir Zelenski, Kamala Harris, Lula da Silva y tantos otros. En eso, ciertamente, es integrador, ofende por igual dentro y fuera de las fronteras estadounidense.
Pero en las últimas fechas, Donald Trump ha puesto de moda lo que ya es un clásico per se en la política de EEUU desde hace décadas. Se trata de RINO, un comentario ofensivo utilizado en el Partido Republicano, del que el magnate es prácticamente dueño y señor hoy día.
Se trata de un acrónimo por las siglas en inglés de Republican In Name Only (Republicano solo de nombre), una crítica a aquellos miembros que actúan de forma contraria al sentir de su propio partido. Como se puede intuir y ocurre también en este caso, el ataque llega desde los posicionamientos más conservadores y radicales, hacia perfiles que consideran demasiado poco conservadores.
Hace tiempo, Trump ya lanzó esta acusación en términos republicanos a pesos pesados del partido como el gobernador de Florida Ron DeSantis o el senador Mitt Romney, pero en los últimos días ha disparado el uso de RINO y su perfil de Truth Social da buena cuenta de ello. Son los casos de los actuales senadores Greg Goode o Rod Bray por oponerse a los planes parlamentarios del presidente.
Incluso, lo ha hecho con la otrora figura de peso del movimiento MAGA (Make America Great Again) y congresista republicana Marjorie Taylor Greene, a la que calificó de «lunática» y «chiflada» que no deja de «quejarse, quejarse y quejarse» por su insistencia en que se publiquen los documentos completos sobre el pedófilo Jeffrey Epstein.
