Las mujeres han pasado de papeles secundarios a protagonizar muchas facetas de la guerra entre Rusia y Ucrania. Ahora pilotan drones, sirven en artillería, vuelan aviones de combate y ocupan puestos de mando. Para muchas, el entrenamiento, la disciplina y la exposición diaria al peligro han transformado la vida civil que alguna vez imaginaron en una nueva realidad militar.
Maryna Mytsiuk pasa su tiempo libre en un campo de tiro a las afueras de Kiev, concentrada al máximo en dar en el blanco. Tiene que practicar. Espera la llamada que, en cualquier momento, la enviará a la guerra.
«Claro que me gustaría estar en una posición de combate. Con mi complexión y altura, no soy apta para eso de forma natural, así que estoy entrenando muy duro», cuenta a NPR esta investigadora de folclore de 27 años que habla japonés y trabaja en una organización sin fines de lucro.
Soldados por elección
En Ucrania, los hombres de entre 25 y 60 años pueden ser reclutados, pero las mujeres están exentas. «Somos voluntarias que elegimos luchar», dice Mytsiuk. El ejército ucraniano afirma que más de 70.000 mujeres prestaban servicio en las fuerzas armadas del país en enero. Oksana Hryhorieva, asesora militar en materia de género, señala que, si bien esto representa solo alrededor del 8% del total de las fuerzas armadas, el número de mujeres ha aumentado un 40% desde 2021.
«Hasta que el parlamento aprobó una ley en 2018, las fuerzas armadas eran patriarcales y las mujeres no tenían permitido legalmente servir en puestos de combate ni estudiar todas las disciplinas en las universidades militares», precisa.
Las mujeres que se unieron a los batallones cuando Rusia invadió partes del este y sur de Ucrania en 2014 sí lucharon en el frente, pero fueron clasificadas como no combatientes. «Por ejemplo, teníamos biatletas que eran excelentes francotiradores, pero según sus documentos, eran cocineros. Era totalmente injusto», explica Hryhorieva.
Mytsiuk relata que al presentarse para servir le dijeron que lo mejor sería que estuviera «en la cocina», donde podría hacer dumplings. Haciendo caso omiso, se matriculó en una universidad militar para obtener una segunda licenciatura y se graduó este verano.
Investigó brigadas con unidades de fuerzas especiales y solicitó ingreso en ellas, aun cuando su madre y su novio, un soldado, se oponen firmemente a su decisión. «Veo a mujeres de mi edad casándose, teniendo hijos. No puedo evitar preguntarme si estoy haciendo lo correcto. Pero ya no hay vuelta atrás«, asevera.
Operadoras, médicas y analistas
En el campo tecnológico, las operadoras de drones son un ejemplo claro. En Khartiia, dos pilotos de drones FPV, Yevheniia y Dasha, ensamblaban y probaban aparatos en una cabaña con una impresora 3D.
Yevhenia, de 19 años, usa el indicativo «Furia» y responde a las dudas de compañeros masculinos con un rotundo: «Tengo que estar aquí, y punto. ¿Y por qué drones? Creo que porque me encanta jugar a videojuegos«.
Dasha, de 23 años y apodada «Galactica», recuerda que su madre lloró cuando partió al entrenamiento porque quería que ella fuera «esposa y tuviera hijos». «Y yo elegí lo que ella llama una profesión de hombres, viviendo con una amenaza constante contra mi vida«, relata Dasha.
Otra operadora, Daria, una exingeniera de software, comenzó en tareas humanitarias y terminó volviendo al frente como especialista en drones: «Soy ucraniana, formo parte de este país y necesito ayudar». Khartiia valoró su capacidad técnica y le asignó tareas concretas. Muchas de estas mujeres han visto cómo amigos y conocidos huyeron del país para evitar el servicio obligatorio. Ellas, en cambio, optaron por quedarse.
En el terreno médico, la combatiente Olena Ivanenko, conocida como «Ryzh», trata de buscar el equilibrio: tras heridas y pérdidas en batalla, encuentra consuelo en gestos pequeños como el cuidado personal, acudiendo a salones de belleza: «Sé que en tres días mis uñas volverán a estar sucias. Pero verlas limpias durante un día me da un alivio y un placer enormes. Para mí, es tan rutinario como el desayuno»
Finalmente, en unidades de inteligencia y desarrollo armamentístico, mujeres como Xena, una analista militar reconvertida en operadora de drones marítimos, lideran proyectos ofensivos que ya han demostrado eficacia en el Mar Negro.
«Y no es fácil», comenta Xena sobre ser la única mujer en su equipo. «Siento el apoyo de mis chicos, pero a veces se comportan como niños, ¿sabes? Creen que mi papel de apoyo consiste en traerles galletas o té, o algo así», añade. Se lo toma con humor, pero subraya lo esencial: la prioridad es sobrevivir y ganar. «La motivación para ganar esta guerra ayuda, sentencia».
